Un lujo que no nos podemos permitir


Creo que si hay una idea que compartimos hoy casi todos los españoles y que aparece en todas las conversaciones, sea cual sea el tema inicial, es el bajísimo nivel de la clase política que ocupa nuestras instituciones. Los amigos que hace un par de años defendían con entusiasmo que los malos eran los otros y que entre los suyos eso no pasaba, hoy, gracias a dos “iconos” representativos de nuestro gran nivel como son Zapatero y Rajoy, han llegado a la conclusión más compartida por los españoles: ¡¡ que clase política tan penosa tenemos !!


Evidentemente detrás de una conclusión tan generalizada y compartida por empresarios, ejecutivos, profesionales de todas las clases, empleados de todo tipo, obreros, funcionarios y como no taxistas (es enorme lainfluencia de los taxistas) Detrás de una opinión tan compartida tiene que haber una verdad y la cuestión que me preocupa, admitiendo como cierta esa conclusión popular, es ¿por qué? En alguna entrada anterior de este blog lo he considerado mala suerte pero, como buen ingeniero, creo poco en la buena o mala suerte. Alguna causa debe haber

Desde hace unas décadas, para los ciudadanos normales, en la calle y en los despachos, el concepto de político se asocia a términos muy poco atractivos, yo diría que hasta desagradables: mediocridad, incompetencia, corrupción, trepas, chalaneo, indignidad, etc. etc. Escucho a mis amigos contar con orgullo la evolución profesional de sus hijos mayores o las maravillosas capacidades de los más jóvenes. Presumen de que serán estupendos economistas, abogados, médicos, ingenieros. Cuentan con orgullo como empiezan a triunfar en algún deporte. Incluso,como síntoma claro de evolución social, presumen de haber dado a la sociedad algún buen artista, músico, pintor, actor o escritor. Pero nunca, quiero decir nunca nunca, he oído a un padre presumir de que su hijo empieza a destacaren política. Sería como si presumiera de lo bien que le va a su hijo de trilero en la Calle Preciados.

Y es que en realidad la función política ha terminado por reunir todas las características que hacen que una profesión no la quiera nadie: cualquier buena situación económica es sospechosa de ser ilícita, no aporta ningún prestigio social, supone formar parte de un colectivo poco formado y da muy pocas posibilidades para confiar en una buena evolución personal y profesional después de ejercerla.

Como consecuencia lógica “los mejores”; los jóvenes brillantes, capaces, ambiciosos, trabajadores y generosos no quieren saber nada de la política. Los “medianos”, los buenos estudiantes, ilusionados, preocupados por la calidad de lo que hacen procuran buscarse hueco en cualquier otra cosa y queda así un estupendo hueco para "los últimos", los que no han tenido otras oportunidades por ser menos capaces, menos ambiciosos, nada brillantes, poco generosos y no muy trabajadores, y esos sí, esos terminan  encontrando un magnifico hueco en las filas de los partidos.

Estos son los que empiezan por poner mucho interés en pegar carteles o ensobrar folletos, pasan a ser buenos colaboradores redactando panfletos, llegan a ser ayudantes del número tres, se aprenden el oficio de mentir en público con cierto énfasis y naturalidad (sin saber muy bien lo que dicen, por supuesto) y terminan siendo candidatos “estupendos” para cargos, carguitos, e incluso cargazos. A las pruebas me remito.

Estoy seguro que en esta regla, como en todas, hay estupendas excepciones que, como de costumbre, contribuyen a confirmar la propia regla.

Ahora, si tenéis oportunidad de contactar directamente con políticos o si hacéis el sacrificio de ver unos cuantos telediarios, reconoceréis que la clase de política que tenemos está formada por "los últimos", simplemente por que nosotros no queremos ser políticos y no queremos que nuestros hijos lo sean.

Es mucho, muchísimo más difícil entender como vamos a salir del embrollo en el que nos hemos metido por dejar la política a los últimos de la clase. Lo que si me parece absolutamente claro es que no nos queda más remedio que sacar a estos pobres chicos de sus despachos y llenarlos de gente capaz y competente.

Y en esto tenemos que trabajar todos los que entendamos el problema, desde D. Emilio Botín, D. César Alierta y D. Amancio Ortega hasta todos los buenos profesionales de cualquier rama que hacen maravillas en su trabajo en España (y cada vez más fuera de España) y que ven muy perjudicado el resultado y el prestigio de su trabajo por haber encomendado la responsabilidad pública a los que no servían para otra cosa.


Señores, dejar la política en manos de estos pobres chicos es

UN LUJO QUE NO NOS PODEMOS PERMITIR

Comentarios

  1. Me parece estupendo y habria que decirselo a un buen comentario/editorial que viene hoiy en el Pais, uno sobre Argentina del ex-presdiente Sannguinetti y el otro de un tal Shiomo BEn-Ami, ex ministrio de ISrael, donde habla de la Polñitica de Francia, Alemania y hasta Italia, pero no dice nadad de los POLITICOS españoles, en cuya pareciacion estoy al 100% de acuerdo contigo.

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  2. Completamente de acuerdo (con algún que otro matiz): solo se les exige la condición de que sepan trepar (sin necesidad de atalajes de alpinista)y fe, a ser posible ciega,en el "partido";encima piensan que la mayoría les da la Ciencia y si es absoluta la Ciencia Infusa del ES, pero cuando viene en forma de paloma, que de lenguas (me refiero a idiomas, que de las otras las tienen bastante sueltas) andan bastante escasos (sobre todo los seniors). También estoy de acuerdo con que en la política hace falta gente capaz y competente (faltaría más), pero no basta solo con esto; habría que añadir honesta y leal con la cosa pública, porque hemos "disfrutado" de un número ingente de políticos competentes en corromper y ser corrompidos y muy capaces de llenar sus bolsillos. Hay excepciones honrosísimas: algunas las conozco y habrán muchas más que no, pero aquí se cumple el dicho de que lo malo abunda.

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  3. Ok. completamente de acuerdo yo también.

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